Pep Lluis Martí se sentó ayer, por primera vez, en un banquillo para dirigir a un equipo de fútbol profesional y lo hizo aquí, en Tenerife, como entrenador del nuestro. Y mucho que me alegro, como se suelde decir, ya que asistimos al debut soñado; vibré en la grada con una contundente victoria y una imagen y sensaciones que nada tuvieron que ver con las experimentadas desde hacía ya bastantes semanas.
Curiosamente, también fue en nuestro CD Tenerife donde comenzó su andadura profesional aquel extraordinario centrocampista, que venía del filial del Mallorca y que dejó huella en la isla como persona y como futbolista. No en vano, capitaneó un fantástico grupo que, dirigido por Rafa Benítez, nos devolvió a la primera división del fútbol español.
Un retorno, 15 años después, que me ha traído la ilusión perdida. Ayer, salí del estadio con la alegría del aficionado satisfecho, lo cual escaseaba por estos lares, y con la esperanza de que el nuevo conductor de la guagua encuentre la tecla adecuada para ofrecernos muchas más veces lo vivido frente al Deportivo Alavés. Soñar no cuesta dinero y a mí me ha devuelto la ilusión para soñar, porque no se trató de una simple victoria, sino de algo más. Fue como si se hubiera reunido con la afición y entre todos hubiéramos consensuado el poner a este o aquel futbolista y en esta o aquella posición en el campo; decisiones clamadas por muchos desde hacía varias semanas y que, por fin, se pusieron en práctica.
Seguramente; a nadie se le escapa, que Fabián Rivero tuvo mucho que ver en ello, con lo cual, doble alegría.
Mucha suerte le deseo a nuestro nuevo entrenador, porque su suerte será la suerte de nuestro amado club.
Artículo hecho por Jose Hernández Fernández.
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