Volvió el Betis a Villamarín y volvió a fallar en su
estación heliopolitana. No podía de ser de otra manera cuando la
responsabilidad empieza a pesar no sólo en el césped a un equipo corto en casi
todos los aspectos. Enfrente, más de lo mismo, de lo repetido tantas y tantas
veces en esta Temporada cada vez que los visitantes llegan a Heliópolis;
mejores o peores, pero cualquiera con hombres que ejercen la presión del fútbol
moderno: pases cortos rápidos efectivos, protección del balón, juego de
espaldas y de giro, rapidez en las bandas, hombres altos en la defensa y una
suerte imponente que laceran un
Betis que regresó dispuesto a enjuagar la vergüenza con la Verónica perdida en
Bilbao.
Así queda reflejada la igualdad clasificatoria en la parte baja, lugar
donde el Betis reside desde hace mucho, mucho tiempo y de donde no ha sido
hasta el momento capaz de salir con la mínima autoridad, siendo solamente el
Granada el único que dobló las rodillas por más de un gol, todo ello con muchas
fatigas verdirosas, ahora verdiblancas como siempre. Hoy, como casi siempre
bajo la impotencia que los aficionados sufren del sapo quincenal heliopolitano,
se falla en momentos que más que claves se empiezan a transformar en clavos.
El señor Maciá sabrá el porqué no arribaron por estos pagos jugadores que
sepan organizar el juego de un equipo y que tanto hacen sin llegar a ser unos
portentos físicos como el mismo N´Diaye. Ese factor tan importante queda reflejado
en muchos sentidos, notándose asimismo un mediocre juego practicado, que no es
otra cosa que el retrato clasificatorio que, partido a partido, nos ofrecen los
ahora hombres de Merino, otrora de Mel. Claro que, si en la Catedral llegó el
momento de la imperdonable pájara, esta vez llegó la hora del indeseable fallo
de un portero que estaba a las puertas de la internacionalidad absoluta,
gracias a su continua y destacable actuación ante esta plantilla tan huérfana,
en la que incluso hasta de quien hoy con su nueva titularidad se esperaba algo,
no nos ha aportado ni migajas.
Semana Santa en Sevilla. Las primeras lluvias amenazan con estropear los
primeros días, el Betis ya estropeó el suyo sacando su Calvario, adelantándose
a la Madrugá. Esto, amigos, no es nuevo, porque el Betis hace muchos años que
dejó de ser fuerte en Heliópolis, donde este viernes pasado, por cierto, salió
otra cofradía: la Misión, que es la que este Betis tiene - pese al colchón de
los seis puntos - hasta que las matemáticas así la certifiquen: la permanencia.
Ahora llega el obligado paréntesis. Pero a la vuelta
de la esquina queda un verdadero Gólgota fuera de casa por motivos obvios,
salvo un partido en la penúltima jornada en tierras vascas y en donde esperemos
no haya que esperar la salvación final. Aun así no se extrañen que suceda,
porque por lo menos dos los tres presuntos inferiores vendrán por la Calle de
la Amargura, más un cuarto que quizá ya esté coronado de laurel y no se juegue
nada. Pero mientras este Betis no salve en casa ninguna de estas piedras, tres
caídas serían mortales para la ascensión final, y la afición no siempre servirá
como Cirineo, como hoy.
Artículo hecho por (Rafael Medina Delgado)
Artículo hecho por (Rafael Medina Delgado)

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