Partiendo de la base de la dificultad que comporta llegar a
una final de una competición continental de éstas características, sin ánimo de
querer quitarle mérito a éstos dos equipos, mi pregunta es: ¿Por qué cuando el
Barça gana, siempre le intentamos quitar méritos usando los factores externos
que sean para poner en duda sus triunfos? ¿Por qué nadie, háblese de la prensa
de Madrid, se pregunta como esos equipos se han plantado en ésta final?
Aún no he escuchado ninguna valoración de que el Real Madrid
ha jugado contra nadie y ha sufrido contra todos. No se ha enfrentado a ningún
campeón de su Liga y ha pasado a la final con un pírrico gol en propia puerta,
contra uno de los peores semifinalistas que se recuerda. Además, nadie habla de
la mano de Sergio Ramos al final del partido que le podía haber dado el pase al
City.
Por no hablar del juego rácano, a veces subterráneo, del
Cholo Simeone para conseguir ganar como sea. Nadie ha hablado de los balones
lanzados al campo para parar el juego en los cuartos de final de la Champions
ante el Barça, ni mucho menos del penalti perdonado a Gabi en el último minuto,
que podía haber forzado la prórroga. Eso sí, todos se llenaron la boca para
tachar de robo la expulsión de Fernando Torres en el Camp Nou, de la que el
único culpable fue él. Lo cierto es que el Barça no mereció pasar, como tampoco
lo hizo el Atlético el pasado martes en Múnich.
Todos conocemos los nombres de los árbitros cuando el Barça
pasó a la final de la Champions de Roma, con el golazo in extremis de Iniesta
en Stamford Bridge, o tras la brillante clasificación para Wembley ante el Real
Madrid. Pero lo cierto es que nadie recordará ésta Champions de Atlético y Real
por ningún árbitro, ni por un juego mediocre, sino por ser una final madrileña
sólo dos años después de Lisboa.
Con todo esto quiero decir que hablamos de fútbol. 22
hombres con un balón y ni los millones, ni las presiones, ni la prensa van a
mandar sobre lo que pasa en el terreno de juego. Eso sí, agradecería más ecuanimidad
a la hora de valorar las victorias y los méritos de unos y de otros y no tirar
por los suelos los triunfos de tu gran rival. Cuando uno gana, sea como sea, se
aplaude y se dice que el año que viene, volveremos otra vez.
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