viernes, 21 de marzo de 2014

CRÓNICA: BETIS 0-2 SEVILLA (PENALTIS 3-4)

LA MAGIA ROJIBLANCA
El Sevilla remontó el adverso 0-2 que traía de la ida, forzó la prórroga y acabó imponiéndose con un partidazo en el que tuvo paciencia, calidad en los momentos clave y sobre todo mucho corazón para levantar una eliminatoria que parecía perdida hace una semana. Épica con mayúsculas para un equipo que desafió a lo imposible y ratificó su dominio.
Tal vez todo comenzó a media hora del final del partido contra el Valladolid, cuando las gradas del Sánchez Pizjuán, como si aquel encuentro no importase, pedían a sus jugadores h... con mayúsculas para darle la vuelta a una eliminatoria que estaba realmente complicada tras ganar el Betis 0-2. Se vivió entonces una comunión entre aficionados y jugadores que cambió el ambiente y propulsó el ánimo. Lo que debía ser un trámite para el Betis fue una proeza para el Sevilla. El Sevilla, el sevillismo, consciente de su grandeza, de sus anteriores gestas en Europa, se creyó la hazaña. Y le bastó con creer. Saltó al campo a lograr la machada, jugando a fútbol como hay que hacerlo, con toda la artillería sobre el Villamarín, pero con paciencia, sin excederse de revoluciones, esperando su momento y, a diferencia de hace siete días, aprovechándolo, con dos toques geniales de dos futbolistas geniales. Primero Reyes con una zurdita deliciosa, asistido por Alberto Moreno, y luego Marin, poniendo un balón espléndido en produnidad para Moreno, que de nuevo asistió a gol para que Bacca pusiera el 0-2. Luego llegó la prórroga y la jugada de ensueño de Gameiro y Bacca que Adan desbarató hasta en dos ocasiones. Tras 120 minutos de tensión a raudales todo se decidió en la tanda de penaltis. Vitolo comenzó fallando, pero al final los once metros supieron dar su sitio a la épica actuación de un equipo que demostró una vez más su carácter ganador en los derbis, pero sobre todo que además de calidad y sobrados argumentos, tiene alma, porque sólo jugando con alma se pueden lograr victorias de este calibre.
Un derbi es tensión y el de esta noche sin duda fue un señor derbi, porque tensión, nervios, tirantez y todo lo que se tercie hubo en abundancia en el Benito Villamarín. A priori el Sevilla tenía poco que hacer, porque un 0-2 en campo del eterno rival se antojaba muy difícil de remontar. Pero el Sevilla se fue creyendo poco a poco la proeza. Saltó al campo con la predisposición necesaria, ante un Betis que se encerró atrás, algo de lo que se aprovecharon los nervionenses. Eso, no obstante, no implicaba nada, sobre todo si se tenía en cuenta el precedente de la ida, donde el dominio no se tradujo en goles, sino en ocasiones desperdiciadas. No se repitió la historia, porque a la primera que tuvo el equipo de Emery se puso por delante. Fue en el minuto 20. Alberto Moreno la puso desde la izquierda, el balón rebotó en un defensa y le cayó a Reyes para que el utrerano con una sutileza propia de su genio abriera la veda hacia la épica. 
Con el gol el Betis se tambaleó seriamente y el Sevilla, que olfateó el miedo, se fue a por el segundo, pero lo hizo una vez  más con pausa, sin volverse loco. Poco a poco el Betis se recompuso y el descanso llegó en un momento propicio para rebajar los ánimos. En la reanudación, pese a que hubo unos buenos minutos de los sevillistas al comienzo y varias internadas por la derecha de peligro, el Betis se creció. Baptistao se puso varias veces de gol, pero no tuvo puntería y cuando la tuvo se encontró con un Beto soberbio. El choque seguía su curso y el Sevilla, ya con Reyes fuera del campo por lesión, tenía que dar un pasito adelante, aunque le costaba, porque los verdiblancos, espoleados por su gente, se habían terminado de soltar. Pero entonces apareció la magia de Marko Marin, que le puso un balón para la historia en profundidad a Alberto Moreno, que el canterano en carrera prolongó al centro del área donde apareció Bacca para lograr la igualada. Estalló la euforia, aunque el Sevilla continuó con el guión de aplicar calma. El esfuerzo estaba siendo titánico y costaba mantener el ritmo, ya con Vitolo en el campo por Mbia. La prórroga estaba asegurada, aunque antes de jugarla hubo que sufrir con dos golpes francos de Salva Sevilla en los que el bético no tuvo fortuna. 
En la prórroga el cansancio se apoderó del fútbol. Los dos equipos querían pero no podían, aunque fue el Sevilla, a uno del final de la primera parte, quien tuvo la única gran ocasión. Gameiro y Bacca se asociaron de maravilla y primero el francés y luego el colombiano tuvieron el gol a pedir de boca, pero en ambas ocasiones apareció Adán. Tan tremendo estaba siendo el desgaste que después de esa jugada Bacca tuvo que pedir el cambio, saliendo Jairo a escena. En final del tiempo extra sobró claramente, porque los dos equipos daban la impresión de conformarse con resignar su suerte a los penaltis. Ya llegar ahí era un verdadero éxito para un Sevilla que partía con tanta desventaja, pero de nada servía morir ahogado en la orilla. El guión se enrevesó un poquito más cuando Vitolo falló el primer penalti, pero el desenlace finalmente fue mucho más allá de lo soñado. Coke, Gameiro y Alberto Moreno mantuvieron la calma cuando más falta hacía. Luego falló Ndiaye y lo que pintaba verde tomó color rojo pasión, que estalló cuando, después de marcar Rakitic, Nono fue incapaz de superar a Beto. La historia estaba escrita y la eliminatoria era para un Sevilla que dio una exhibición de coraje pero sobre todo de alma, de orgullo, de espíritu indomable de equipo que cree cuando las circunstancias invitan a no hacerlo. Fue el triunfo de la fe, del compromiso, de la mística del Sevilla en Europa y en los derbis.

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