COMO UNA MOTO
El Sevilla, tirando de rotaciones y profundidad de plantilla, se impone con rotundidad en El Sadar, exhibiendo contundencia, carácter y un nivel de juego, especialmente a la contra, que fue demasiado para Osasuna. Jairo y Bacca, de panalti, hicieron los goles en un choque que debió acabar en goleada
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Convincente y sobre todo contundente. El Sevilla FC está lanzado y este domingo en el estadio El Sadar dio una notable exhibición de fuerza, ganando con autoridad a Osasuna, pese a llegar con la gasolina justa después del enorme desgaste del jueves. Pudo más, sin embargo, la inercia ganadora de un equipo que vive su momento más dulce de la temporada y que, como ocurrió en Almería, demostró que cuenta con mucho más que un once, pues en la plantilla hay múltiples y sobrados recursos para repartir esfuerzos y ofrecer un rendimiento de plenas garantías tal y como quedó demostrado este domingo.
El Sevilla avanza a velocidad de crucero. En Pamplona dio un nuevo golpe para seguir ganando credibilidad. Y lo hizo con un once repleto de novedades. Hasta seis cambios con respecto al del jueves, sin Rakitic ni Gameiro ni Reyes ni Marin ni Aberto Moreno ni Diogo… No se notó la rotación y es ahí donde hay que poner el acento de un choque que se ganó por la gran actuación de futbolistas que no están siendo titulares en los últimos meses, como Jairo, que hizo el primer tanto y rozó el segundo en la jugada del penalti, o Trochowski, que cuajó posiblemente su mejor actuación en lo que va de campaña, imprimiendo una salida muy rápida al balón en las contas que acabó siendo letal para Osasuna. El partido tuvo la historia que el Sevilla quiso darle. Osasuna, con recursos limitados, salió con voluntad, pero se mostraba incapaz de superar al equipo de Emery, muy bien plantado en el campo. Sólo en los instantes iniciales tuvo mordiente el conjunto local, pero cuando el Sevilla comenzó a responder con contras verdaderamente peligrosas se acabó la historia. Hubo varios avisos, pero fue en el minuto 27 cuando se pasó a los hechos consumados, con una contra de manual. Iborra se impone de cabeza en la divisoria, Trochowski se la pone en carrera a Jairo, que llegando a la frontal se lo guisa y se lo come el solito, logrando un auténtico golazo que evidencia que es un futbolista de talento inobjetable, pese a que en los últimos meses apenas haya aparecido en las alineaciones. Lógicamente con el gol a favor el Sevilla jugó a placer, porque Osasuna se estrellaba una y otra vez y su progresiva frustración proporcionaba más espacios para dar un nuevo zarpazo, que acabó llegando poco antes del descanso, con una nueva salida rápida de los hispalenses, que en tres pases se plantaron en el área de Andrés Fernández. Vitolo asistió a Jairo y el cántabro, solo la mandó al larguero, pero el rechace lo cazó de nuevo Vitolo y la jugada acabó en penalti por manos de Damia. Bacca desde los once metros no perdonó y abrochó el encuentro. La segunda parte estuvo de más. Osasuna buscó como pudo meterse en el partido, pero su dominio nunca puso en aprietos a los nervionenses. Varas saltó al campo por Beto, que se tuvo que quedar en la caseta, y aguantó bien el tipo, hasta sacar una gran mano, de hecho, a un cabezazo de Carlos Bacca en defensa que se iba para adentro. Esa fue, curiosamente, la mejor ocasión de los navarros. El Sevilla dispuso de algunas muy claras. Bacca tuvo el tercero en el área chica, pero su remate al gran servicio de Jairo se fue fuera por poco. Tres minutos después el colombiano estrelló un disparo en el palo y en la siguiente jugada, con una contra maravillosa, volvió a rozar el tercero. Osasuna era, en resumidas cuentas, un cadáver en manos de un Sevilla que a la contra se gustaba, particularmente con un Jairo muy enchufado. El partido fue muriendo sin más sobresalto que las trepidantes salidas del Sevilla, con mucha combinación, desconcertando a Osasuna, impotente ante la manifiesta superioridad de su rival. La cosa pudo haber con una goleada de escándalo, pero se perdonó en exceso y lo peor llegó en el descuento, cuando con la suerte ya echada, un chispazo de Acuña restó claridad al marcador, que no contundencia al triunfo. Con sobrada rotundidad y sello de equipo grande, el Sevilla rubricó una nueva victoria en Liga, la quinta consecutiva, que confirma al equipo en la zona europea de la tabla y sobre todo subraya el compromiso y el carácter de un grupo que pasó como un vendaval por el Reyno de Navarra después de jugar un derbi de 120 minutos con todo lo que eso conlleva. Pero, sobre todo, la que realmente sale reforzada del encuentro ante Osasuna es la plantilla, que, y no es la primera vez aunque tal vez nunca de forma tan clara, demostró su profundidad, con variantes y recursos de todo tipo, hecho que alimenta la esperanza de un final feliz para este escaso mes y medio de competición que resta donde el reparto de minutos será fundamental para poder conseguir los objetivos.
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