Y es que la atípica jornada futbolística del pasado martes nos dejó un
sabor agridulce. El Club Deportivo Tenerife perdía todas sus opciones de
engancharse a los playoffs de ascenso a Primera División tras la derrota en el
estadio de Santo Domingo ante el Alcorcón. Agridulce porque no se logró el
objetivo soñado de luchar por volver a la élite del fútbol español pero con muy
buen sabor de boca por el aperitivo que nos ha dejado el equipo de Pep Martí en
el último tramo liguero.
Con el cambio de entrenador y los fichajes realizados en el mercado de
invierno, el Tenerife cimentó las bases para la próxima temporada, no sólo con
nombres sino con una nueva filosofía de juego que el propio técnico les ha
inculcado desde el inicio de su estancia en la isla. El compromiso y la entrega
de los jugadores ha sido total y no se les puede reprochar absolutamente nada.
Algunas voces lo achacan a la falta de gol, sobre todo en el estado de forma
del "Choco Lozano" que no ha sido la esperada, otros simplemente que
han sido los errores puntuales los que nos han privado de puntuar en más de una
ocasión y, sin que se nos quede en el tintero, la ya conocida queja formal
hacia el estamento arbitral que también ha influido en el resultado final.
Sí fue suficiente el cambio en la mentalidad para que el equipo recuperara
su identidad, su idiosincrasia, el buen trato de balón que tanto se aprecia
históricamente del Tenerife y la ilusión que no teníamos desde el inolvidable
ascenso con José Luis Oltra. La explosión de Nano como máximo goleador del
equipo, la recuperación de jugadores como Vitolo o Aitor Sánz que durante la
primera vuelta del campeonato no encontraban su sitio o las paradas de Dani
Hernández que le han valido una internacionalidad más con Venezuela, son claros
ejemplos de una plantilla que seguro volverá en julio con ilusiones renovadas
para luchar por metas más altas.
Ahora le toca a la secretaría técnica del club perfilar una plantilla que
está llamada a ser muy importante la próxima temporada y de la Directiva para
volver a enganchar a una afición muy mal acostumbrada a sufrir.
Artículo hecho por Roberto Rodel.
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